domingo, 15 de mayo de 2011

Antihomenaje

Por Edison Marulanda Peña

El 30 de abril pasó casi inadvertido el vigésimo aniversario del asesinato del exministro de Justicia Enrique Low Murtra, el cuarto de los once colombianos que ocuparon la cartera más inestable del gobierno de Virgilio Barco.

Low Murtra fue conocido por el país. Una de las razones, porque era un sobreviviente de la cruenta toma del Palacio de Justicia, cuando fue magistrado del Consejo de Estado. Otra, cuando el 12 de noviembre de 1987, a los 43 días de posesionarse como ministro, acusó públicamente a Rodríguez Gacha, El Mexicano, de la muerte del dirigente de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal. Pero la más reveladora de su determinación y valentía de combatir el crimen organizado fue la orden de detención con fines de extradición de Pablo Escobar, Rodríguez Gacha y el clan conformado por Jorge Luis, Fabio y Juan David Ochoa Vásquez. Desde aquel momento quedó firmada la sentencia de muerte contra el jurista , docente y experto en economía.

Para un país que continúa agobiado por una epidemia de corrupción y falta de ética aplicada, cabe recordar que el funcionario llegaba a su despacho a las 6: 30 de la mañana y la jornada duraba hasta las 8:00 de la noche. Era su horario para ‹‹combatir la inmoralidad››, como lo destaca la periodista Olga González Reyes en el libro El caso Low Murtra (Planeta, 1994). En los azarosos meses que permaneció en el ministerio dijo una frase que resume su vida: “Me podrá temblar la voz pero no la moral”. Y se fue porque el presidente Barco –hoy con distancia histórica sabemos que intentó gobernar bien como el último radical, pero la enfermedad lo “derrocó”–, consciente del peligro incesante y las amenazas le dijo que escogiera entre las embajadas de China, Suiza o Argentina, para proteger su vida.

Enrique Low, quien no consultó con su esposa Yoshiko Nakayama cuando el jefe del Gobierno le ofreció la cartera, si lo hizo esta vez y acordaron aceptar el cargo diplomático en Suiza, donde vivía su hija.

Como es habitual cuando se produjo el cambio de gobierno, todo el cuerpo diplomático presentó su renuncia protocolaria. Y lo que él no supuso por la situación de riesgo real que acarrearía regresar a Colombia, ocurrió. El canciller Luis Fernando Jaramillo, el hombre de confianza del gabinete de Gaviria y Designado, lo sacó del servicio diplomático sin tener la cortesía de informarlo personalmente, por medio del vicecanciller Rodrigo Pardo que le solicitó ratificar la renuncia, lo que efectivamente hizo en noviembre de 1990. Low Murtra quedó desamparado, tanto en lo económico como sin servicio de escolta ni vehículo.

Consiguió unas horas-cátedra en la Universidad Externado, en la Javeriana y pocas semanas antes del atentado la noche del 30 abril de 1991, había aceptado ser decano de Economía de la Universidad de la Salle. Fue asesinado por dos sicarios delante de estudiantes cuando iba a subirse a un taxi. Jaramillo trató de evadir luego los señalamientos de la prensa diciendo que ‹‹no sabía que la vida del doctor Low corría peligro››.

El pasado 3 de mayo, el exministro Jaramillo Correa recibió un homenaje por ser empresario exitoso como presidente del grupo Odinsa en el Club El Nogal de Bogotá. Y lo recordamos los pereiranos con inefable gratitud por la concesión de la autopista del Café, que tardaron 15 años en hacer y nos cobran puntualmente en “módicos” peajes.

Por otra parte, la columna de María Jimena Duzán “En busca de El Dorado” en la revista Semana, edición No. 1508, se refiere a la cuestionada licitación de la construcción del aeropuerto de la capital, que fue otorgada a dos poderosos grupos por parte del ministerio de Obras y Andrés Uriel Gallego: ‹‹Todas las inconsistencias y las decisiones absurdas tomadas por ese gobierno en esta millonaria licitación terminaron por favorecer al Grupo Nule y a Odinsa, en detrimento del interés nacional y del erario››. Y prosigue la crítica: “tanto es así que de las cinco ofertas que se presentaron sorpresivamente se descabezaron las que más tenían experiencia en la construcción de aeropuertos…”.

Sólo resta felicitar al presidente de Odinsa por la nueva licitación que ganó el viernes anterior para administrar y modernizar 38 peajes de Invías.

Por lo menos el doctor Jaramillo –nada que ver con aquel personaje de la comedia Yo y Tú de los años 70– pudo retirarse de la política cuando los medios lo derribaron con el escándalo, aunque la investigación de la Procuraduría General lo absolvió. Y esto tiene lógica, la indolencia y el cinismo no son delito ni faltas disciplinarias.

Cada lector/ra decidirá a quién elegir como modelo de vida profesional para sus hijos. A los que se dedican a enseñar el derecho y la ética con su vida, que aceptan un cargo para cumplir un servicio púbico pero mueren pobres y desamparados como Low Murtra; o los que deciden hacer alianzas entre política y negocios para enriquecerse, financiar las campañas donde elegirán políticos amigos que una vez instalados en el poder sabrán recompensar a los segundos por su magnanimidad. ¿Será esto lo que llaman quid pro quo?

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